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Volver a la tiendaLa tristeza, la añoranza, la belleza de aquella silueta delgada que teníamos enfrente, ¿de dónde venían si no del hecho de que no era un hombre? Porque nosotros le habíamos llevado a Henia, como una mujer a un hombre, pero él aún no lo era… no era un macho. No era un amo. No era un señor. Y no podía poseer. Nada podía ser suyo, no tenía derecho a nada, era aquel que debe servir y someterse.